La bola de golf radiactiva

Sí, esto pasó de verdad: hubo una época en la que algunas bolas de golf brillaban… ¡literalmente!

En los años 30, perder una bola de golf no era solo una molestia: para muchos, como el ingeniero y aficionado Dr. William Davidson, era un quebradero de cabeza constante y costoso. Entre estanques traicioneros y maleza densa, cada golpe fallido se convertía en una mini tragedia. Davidson, cansado de buscar bolas como si fueran tesoros perdidos, probó de todo: imanes, marcadores flotantes, luces químicas… pero ninguna solución funcionaba del todo.

Hasta que un día, lo que parecía ciencia ficción se convirtió en su solución: una bola de golf con núcleo radiactivo.

Sí, leíste bien. Davidson creó una bola que contenía un minúsculo núcleo de radio recubierto de caucho, cuya radiación era perfectamente detectable con un contador Geiger. Así, incluso si caía bajo el agua o se perdía entre la vegetación, la bola podía localizarse con precisión quirúrgica.

¿El problema? Jugar toda una ronda con una fuente de radiación en el bolsillo no era precisamente lo que hoy consideraríamos “seguro”. Aunque el riesgo era bajo, no dejaba de ser una locura.

Lo que sí logró Davidson fue entrar en los anales del golf con una de las invenciones más insólitas jamás registradas. Una mezcla de genio, desesperación y un toque de “científico loco” que demuestra hasta dónde puede llegar la pasión por este deporte.

Moraleja: si pierdes una bola, tal vez no haga falta un laboratorio nuclear… pero al menos puedes reírte pensando que hubo quien sí lo intentó.