La madrugada del 11 de marzo de 2011 la tierra retumbó en la parte oriental de Japón como nunca antes lo había hecho. En la costa de Honsu, a unos 130 kilómetros de Sendai, durante casi seis minutos el mar se revolucionó como si quitaran del fondo un enorme tapón imaginario. Se trataba de un maremoto de más de nueve grados que produjo una serie de devastadores tsunamis. La catástrofe natural más importante de Japón terminó con casi 20.000 muertos y millones de personas que lo perdieron todo.
Cuando ocurrió este desastre Hideki Matsuyama, actual campeón del Masters de Augusta, estaba en Australia compitiendo con su universidad. Probablemente a la joven promesa de 19 años el golf le salvó la vida. Cuando regresó a su país, no quedaba nada de las instalaciones de la Thoku Fukushi University. Unos meses antes Matsuyama había ganado el Campeonato Asiático Amateur y el privilegio de participar en el Masters de Augusta como aficionado. Estaba viviendo el mejor momento de su vida, sin embargo, el mar se había tragado una parte de ella.
La decisión de acudir al Masters de Augusta, solo un mes más tarde de la catástrofe y en plenos trabajos de reconstrucción, no fue fácil. Sus padres y sus amigos tuvieron que animarle a que viviera la experiencia. Durante unos meses el golf para Hideki dejó de tener sentido. Sin el entusiasmo que requería la experiencia entró por Magnolia Lane y terminó el domingo visitando por primera vez la Butler Cabin para recibir el reconocimiento de mejor amateur del torneo, único capaz de pasar el corte. Terminó en el puesto 27 deslumbrando al mundo con vueltas de 72, 73, 68 y 74 golpes. «Son momentos muy duros para Japón ahora, todavía hay gente desaparecida, espero poder transmitir un poco de esperanza», comentó el apesadumbrado campeón amateur.
El Masters autoconvenció al jugador asiático de que el golf era su vida y meses más tarde, aun siendo amateur, logró su primera victoria en el circuito profesional japonés. En agosto de 2012 se convertía en el mejor aficionado del mundo. El salto al profesionalismo era inminente y llegó en abril de 2013. La progresión del jugador siguió un ritmo meteórico. El gran salto lo dio el mes de junio colocándose entre los 10 primeros del Us Open, logrando por primera vez situarse entre los 50 primeros jugadores del mundo.
En casa consiguió ser el primer jugador en la historia en ganar la orden de mérito del circuito japonés en su primer año. Meses más tarde llegó el primer ansiado triunfo en el PGA Tour, en uno de sus torneos más importantes, el Memorial Tournament de Jack Nicklaus. Sería la primera de sus seis victorias, donde destacan dos Campeonatos Mundiales y la preciada chaqueta verde que el domingo le colocó Dustin Johnson.
Poco o nada se sabe de su vida personal. Tan reservado en su privacidad es el japonés que en 2017, cuando anunció su inminente paternidad, ni siquiera los periodistas japoneses sabían que estaba casado. «Nadie me ha preguntado nunca», contestó entonces con ironía. Nunca se le ha conocido novia, ni mujer, ni acompañante en el circuito, tan solo su equipo habitual más cercano: entrenador, manager, caddie y traductor.
Bob Turner era un estudiante de teología que se fue a Japón de voluntario a una de las misiones de su congregación religiosa mormona, justo después conocería a una bella japonesa que daría un vuelco a su vocación. Turner terminó de traductor de Seve Balleteros en sus numerosas incursiones en Japón y ahora es la sombra de Matsuyama. De hecho, el domingo pareció disfrutar más de la victoria que su propio jefe. También fue un momento especial para su caddie Shota Hayafuji. Estuvo en su primer Masters en 2011, después sus caminos se separaron y el destino les unió para que juntos vivieran este domingo tan especial. La imagen de Hayafuji minutos después de que terminara el torneo, con el hoyo 18 vacío, devolviendo el mástil sin bandera en el hoyo y despidiéndose de Augusta National sin gorra y con una reverencia se vitalizó al momento. Dice mucho de la cultura y educación nipona. Ahora los Juegos Olímpicos en su propio país es el gran objetivo para Matsuyama y su nombre ya suena para encender el pebetero con la llama olímpica o ser el abanderado de su país.
Fuente: elmundo.es